




Yo nunca he sido así, tan alargado,
nocturna calle estrecha en que me sigo,
y nube sobre el hombro, como un líquido.
jose C Gallardo
Miembro de la generación de Versos al Aire Libre, el autor se exilió en 1957, aunque siempre llevó viva a su ciudad a través de los versos de cada uno de sus poemas
José Carlos Gallardo, con la Alhambra al fondo, en una imagen de archivo.
Mal día | |
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Hoy se me ha levantado el alma |
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Copyright © José Carlos Gallardo
RAÚL GONZALEZ TUÑÓN
Para nosotros fue Raúl, Juancito Caminador por siempre. Joven como nosotros lo éramos
entonces, poeta como nadie. Lúcido frecuentador del entresueño. Camarada tenaz de la
esperanza. Camarada Tuñón, como él se designó. Para nosotros maestro, amigo, hermano,
compinche de impensadas correrías por regiones azules.
Nos enseñó la rosa de los vientos, el otro lado de la estrella, la luna con gatillo, la aventura
del hombre por ser hombre. Cuando blindó la rosa, enarboló su fuego y derramó su poesía.
Un día, con su mano en nuestro hombro, nos señaló la ruta sin mentiras por donde va el
destino de los pueblos, la milicia poética al servicio del hombre. Y con él entendimos la
realidad y el sueño, la magia y la osadía, la odisea del canto insobornable.
Lleno de luz, de amor, de mundo, él fue aquel "violín del diablo" y el clown funambulesco
vagando por el bajo entre turbios barracones. Y el soñado París que nos alucinó desde su
asombro. Y fue los horizontes vastos y dolidos de un país que era nuestro y nos robaban.
Fue los mineros de Asturias, España(la República) desangrándose erguida.
Fue el solidario gesto contra toda injusticia, el canto por Moscú y sus abedules, su Coral
Corea, las viejas catedrales de Europa milenaria, la veleta y la antena, su barrio Once surero
Y aquel tango bailado en la vereda.
Ahora lo recuerdo como aquella tarde, llegando a su modesta casa de la calle Amenábar.
Pobre y de a pié, iluminado y mágico. Con mucho mundo y poca plata. Con su fe santa en
la Revolución. Llegando para reencontrarse con títeres y postales de lejanos países, con
cajitas de música y el barquito en la botella, con su compañera Nélida. Para traerme, junto
con su saludo, la voz de otro poeta nuevo que le arrimó otra metáfora feliz, el vaticinio del
triunfo de una distante causa popular...Y la cáustica piedad por los se sonrojaban ante una
poesía gestada entre el tumulto.
Por él, sin duda, fuimos un poco más poetas y jóvenes como él por mucho tiempo.
Fuimos un poco menos "nadie", más fieles y jugados por la causa del hombre.
Y aquel grupo "El Pan Duro", que fue nuestra fragua y que también fue un poco suyo,
repartió más sus migas(como semillas ágiles) y acometió distancias.
Por él no le temimos al complot del silencio y aprendimos que el rumor de la gente suele
gestar sonidos entrañables que nunca dejan de poblarnos.
¡Salud Raúl, Juancito Caminador, eterno habitante del país del futuro!
El alba que ya entonces presagiabas está más cerca, a pesar de todo.Y tiene más sentido
la poesía que viviste, escribiste y sembraste como una flor inextinguible
Cada poema tuyo es una llama más, una rosa de fuego derramada, un vendaval de polen.
Un viento de banderas...Raúl González Tuñón...Juancito Caminador...Raúl para nosotros.
Jóven como la aurora. Vivo como las esperanzas de tu pueblo. ¡Poeta como nadie!
…¡Maestro y hermano de nuestros balbuceos más puros…!
Héctor Negro
ENCARGO
Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
id también al desquiciado, al esclavo de las convenciones,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una ola gigante de agua fría,
llevad mi desprecio por los opresores.
Hablad contra la opresión inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que no tienen imaginación,
hablad contra las ataduras,
id a la burguesa que se está muriendo de tedio,
id a las mujeres de los barrios residenciales,
id a las repugnantemente casadas,
id a aquellas cuyo fracaso está oculto,
id a las emparejadas sin fortuna,
id a la esposa comprada,
id a la mujer comprometida.
Id a los que tienen una lujuria exquisita,
id a aquellos cuyos deseos exquisitos son frustrados,
id como una plaga contra el aburrimiento del mundo;
id con vuestro filo contra esto,
reforzad los sutiles cordones,
traed confianza a las algas y tentáculos del alma.
Id de manera amistosa,
id con palabras sinceras.
Ansiad el hallazgo de males nuevos y de un nuevo bien,
oponeos a todas las formas de opresión.
Id a quienes la mediana edad ha engordado,
a los que han perdido el interés.
Id a los adolescentes a quienes les asfixia la familia...
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.
Salid y desafiad la opinión,
id contra este cautiverio vegetal de la sangre.
Id contra todas las clases de manos muertas.
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| Reseña biográfica
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La estética de la forma es sólo posible por la ruptura procedente de la misma estética, pero entendida como totalidad de todo aquello que está proscrito por la forma. Y de esto depende en definitva si el arte es posible. El concepto de forma constituye la antítesis más tajante entre el arte y la vida empírica en la que su derecho a la existencia se ha convertido en incierto. Las posibilidades del arte son las mismas que las de la forma y no más. Su participación en la crisis del arte sale a la luz en manifestaciones como la de Lukács, según el cual en el arte moderno se ha sobrevalorado mucho la importancia de la forma. En este pronunciamiento banal está condensado tanto el inconsciente malestar ante el mundo del arte de ese conservador de la cultura que es Lukács como un concepto de forma que es inadecuado al arte. Sólo quien desconoce la forma como algo esencial, como la mediación hacia el contenido del arte puede caer en la trampa de afirmar que, en arte, se ha sobrevalorado la forma. Esta es la concordancia de las obras, sean los que sean sus antagonismos y rupturas, mediante los cuales toda obrea conseguida se separa de lo meramente existente. El concepto no reflejo de forma que se repite en cualquier gritería sobre el formalismo, contrapone la forma a lo versificado, compuesto, pintado como si fuera una estructura separable de ello. Así aparece ante el pensamiento como algo sobrepuesto, subjetivamente convencional, siendo así que sustancialmente la forma constituye algo unitario cuando no violenta lo conformado sino que se eleva a partir de ello. Y lo conformado, el contenido, no son objetos externos a la forma, sino los impulsos miméticos a los que el contenido arrastra hacia ese mundo de imágenes que es la forma. Los incontables y funestos equívocos en el concepto de la forma datan desde que ésta se descubrió como ubicua, lo cual condujo falsamente a denominar forma a todos y cada uno de los aspectos que son artísticos en el arte. También es estéril el concepto en esa generalización trivial que nada dice sino que en la obra de arte cualquier «materia» -bien sean los objetos intencionales o los materiales como el barro o los colores- es algo mediato, no algo sencillamente existente. Tampoco vale para nada determinar el concepto de forma como procedencia o marca del sujeto. Lo que, con razón, puede ser llamado forma en las obras de arte es tanto la plenitud de los desiderata entre los que se mueve la actividad subjetiva como el producto de esa actividad. Estéticamente la forma de las obras de arte es una determinación subjetiva y lo es esencialmente. Su lugar está precisamente allí donde la obra se ha separado del producto. Tampoco hay que buscarla en la ordenación de unos elementos previos, concepto quizá creado por la contemplación de la composición de un cuadro, antes de que el impresionismo acabara con él; el hecho de que, sin embargo, muchas obras precisamente las tenidas como clásicas, se hayan mostrado como tales ordenaciones ante una mirada insistente, es un argumento mortal contra el arte tradicional. Tampoco puede ser reducido el concepto de forma a relaciones matemáticas como a veces quiso entender la estética anterior, Zeising, por ejemplo. Tales relaciones, sea en cuanto principios explícitos como en el Renacimiento, sea en forma latente y copulados con concepciones místicas como a veces Bach, tienen su papel en la forma de proceder pero no son forma sino vehículos de la misma, medios para preformación de unos materiales considerados como caóticos y carentes de cualidades por el sujeto distanciado de ellos y vuelto sobre sí mismo. La coincidencia con el andamiaje matemático y todo lo emparentado con él es muy pequeña; puede percibirse esto, en tiempos más recientes, en la técnica dodecatónica que realmente da una forma previa a los materiales por medio de relaciones numéricas -series en las que no puede aparecer ningún tono antes de que aparezca el otro y que se permutan entre sí- Se hizo patente en seguida tal preformación no tenía como creadora de forma esa eficacia que esperaba el programa formulado por Erwin Stein, programa que no en vano llevaba el título de «Nuevos Principios de la Forma». El mismo Schöemberg distinguió mecánicamente entre la disposición dodecatónica y la composición en cuanto tal y acabó insatisfecho de su ingeniosa técnica precisamente por semejante distinción. La generación siguiente, que aceptó la diferencia entre la forma de proceder por series y la composición propiamente dicha, tuvo que pagar la integración no sólo al precio de una alienación musical, sino también al de una carencia de articulación que apenas se puede pensar como separada de la forma. Sucede como si la inmanencia de tales obras, simplemente abandonadas a sí mismas sin intervención, o los esfuerzos por llegar a oír a partir de lo heterogéneo tonalidades formales tuvieran un efecto retrospectivo que las convirtiera en obras en bruto, en auténticos torsos. En realidad las obras con mayor organización como método para la objetivación inmanente de la forma es realmente algo quimérico. Se podría clarificar su insuficiencia por el hecho de que sus esfuerzos se dan en unas fases en las que desaparece la tradicional evidencia de las formas y el artista no tiene ningún canon objetivo. Entonces echa mano a las matemáticas; unifica el estadio de la razón subjetiva en que se encuentra con la apariencia de objetividad según las categorías de universalidad y necesidad; en apariencia porque la organización, la relación recíproca de los momentos que constituye la forma, no procede de la figura específica y renuncia a la particularidad. Por esto precisamente la matematización se inclina hacia formas tradicionales, a la vez que las recusa como irracionales. En lugar de encarnar la fundamental legalidad del ser, aunque se explique a sí mismo como tal, el aspecto matemático del arte se esfuerza desesperadamente por garantizar su posibilidad en una situación histórica en que la objetividad de la forma es tan exigida como formada por el estado de la conciencia.
Extraído del libro "Teoría Estética" Editado por Taurus